tag:blogger.com,1999:blog-87373731623645439562024-02-19T05:20:41.955-03:00Jorge Conalbi AnzorenaAlgunos comentarios sobre eso que nos pasa, lo que hacemos y lo que no.Jorge A. Conalbi Anzorenahttp://www.blogger.com/profile/11218829559731049082noreply@blogger.comBlogger8125tag:blogger.com,1999:blog-8737373162364543956.post-81721443517877198102020-07-07T23:12:00.003-03:002023-07-31T19:28:40.342-03:00El mármol de la cómodaMiguel echó un rápido vistazo por la sala de su casa y se detuvo en un mueble. Avanzó unos pasos hacia él, retiró el reloj de mesa y se esforzó en alzar la pesada tapa de mármol de aquella cómoda.
-Tomen, usen esto – les dijo a los empleados que esperaban en la puerta, mientras les entregaba la tapa. Pocas horas después, un artista recibió la piedra, la limpió con prolijidad y esmero, eligió uno a uno los moldes y cinceles… y escribió sobre ella:
<i><i>Aquí yace
<i>
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano
3 de junio de 1770 – 20 de junio de 1820</i>
</i>
</i>
Una presunta imagen de Manuel Belgrano persiste en los billetes de diez pesos que ya están siendo sustituidos por monedas sin rostro. Y a la pregunta de qué hizo, la mayoría responderá que creó la bandera. Los mayores recordarán mañanas frías en patios de escuelas, formando filas tomando distancia y entonando “Aurora” mientras la meritocracia señalaba a los escogidos para izar la enseña nacional. Más mármol para el prócer que en plena ebullición revolucionaria escribió: “Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella”.
En el turbulento principio del siglo 19, Manuel Belgrano fue protagonista excluyente. Octavo de los 15 hijos de un próspero comerciante genovés y una porteña con raíces en Santiago del Estero, estudió en Buenos Aires y en España. Por su desempeño fue autorizado por el papa Pío VI a leer los textos prohibidos. Y así accedió a los escritos de Jean-Jacques Rousseau, Denis Diderot, François-Marie Arouet -más conocido como Voltaire- y Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu.
Abogado, economista, periodista, político, diplomático y militar, se trata, sin lugar a dudas, del más formado entre los principales protagonistas de la Revolución de Mayo y el operador político que colocó en sus cargos a la mayoría de los miembros de la Primera Junta: entre ellos, a su primo Juan José Castelli y a Juan José Paso, con quienes compartía las ideas carlotistas. Demócrata, pero no republicano, propiciaba la instauración de un estado independiente bajo la forma de una monarquía constitucional. Primero abogó por la opción de la princesa Carlota (hermana del prisionero rey Fernando VII de España). Más tarde, intentó influir sobre el Congreso de Tucumán en favor de Juan Bautista Tupac Amaru, único miembro sobreviviente de la nobleza del otrora Imperio Inca, como posible primer monarca argentino. Aunque no logró imponer su plan -que buscaba sumar la adhesión de amplios sectores de Bolivia, Perú y Ecuador- fue, junto a José de San Martín y Bernardo de Monteagudo, uno de los principales promotores de la Declaración de la independencia de las Provincias Unidas en Sud América, en San Miguel de Tucumán, el 9 de julio de 1816.
En apenas diez incendiarios años -entre la revolución y su muerte- Belgrano fue militar por la fuerza de las circunstancias. “Es el más metódico que conozco en nuestra América, lleno de integridad y valor natural; no tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a la milicia, pero créame usted que es el mejor que tenemos en América del Sur”, escribió San Martín impulsando su promoción al frente de los ejércitos revolucionarios.
Y allá fue Belgrano, a dar combate en cuanta frontera de la revolución amenazada había. Y si bien en su haber cosechó más derrotas que triunfos, demolió a las tropas de Juan Pío Tristán en la batalla de Tucumán, la más decisiva librada en territorio argentino durante la guerra de la independencia. Cinco meses después -febrero de 1813- volvió a derrotar a Tristán en Salta.
<b>El país que soñaba
</b>
Belgrano estaba convencido de que la principal tarea de la revolución debía ser favorecer la educación gratuita, un concepto de absoluta vanguardia hace 200 años. “Sin que se ilustren los habitantes de un país, o lo que es lo mismo, sin enseñanza, nada podríamos adelantar” o “La patria necesita de ciudadanos instruidos”, son algunas de sus sentencias más conocidas. Sin embargo, además propiciaba evitar los castigos corporales a los alumnos o la humillación de los “incorregibles”, por considerar contraproducentes esas prácticas ampliamente difundidas por entonces.
“Uno de los principales medios que deben aceptar a este fin, son las escuelas gratuitas, donde pudiesen los infelices, (los pobres) mandar a sus hijos sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción: allí se les podría dictar buenas máximas e inspirarles amor al trabajo, pues un pueblo donde no reine éste, decae el comercio y toma lugar la miseria; las artes que producen abundancia que las multiplica después en recompensa, decaen; y todo, en una palabra, desaparece, cuando se abandona la industria, porque se cree no es de utilidad alguna”, escribió en 1796.
Otra iniciativa osada implicaba propiciar la educación de las mujeres: “Igualmente se deben poner escuelas gratuitas para las niñas, donde se les enseñase doctrina cristiana, a leer, escribir, coser, bordar, etc., y principalmente, inspirándoles amor al trabajo, para separarlas de la ociosidad”.
Convencido que en la pobreza radicaba la causa del atraso de las naciones, Belgrano dedicó especial atención a las relaciones de intercambio: “La ciencia del comercio no se reduce a comprar por diez y vender por veinte, sus principios son más dignos”, sostenía, al tiempo que impulsaba la importación de materias primas para industrializarlas y exportarlas una vez manufacturadas. Según el historiador Felipe Pigna, Belgrano “desconfiaba de la riqueza fácil que prometía la ganadería porque daba trabajo a muy poca gente, no desarrolla a la inventiva, desalentaba el crecimiento de la población y concentraba la riqueza en pocas manos. Su obsesión era el fomento de la agricultura y la industria”.
Casi a modo de profecía maldita, Belgrano escribió: “La importación de mercancías que impiden el consumo de las del país o que perjudican al progreso de sus manufacturas, lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación”.
Manuel Belgrano tuvo dos hijos, ambos frutos de fugaces amores prohibidos: Pedro Pablo Rosas y Belgrano, cuyo apellido hace referencia a que fue adoptado por Juan Manuel de Rosas, y la tucumana Manuela Mónica del Corazón de Jesús Belgrano, quien apenas tenía un año cuando su padre murió.
Atravesó los convulsionados años de la revolución cargando la sífilis contraída en Europa, a la que sumó el paludismo en el Alto Perú. Cuando en febrero de 1820 regresó a la casa paterna de Buenos Aires, sufría también de cirrosis, hidropesía, problemas cardíacos y de riñones.
Por aquellos días, las tropas del santafesino Estanislao López y del entrerriano Francisco Ramírez derrotaron a las tropas porteñas en la batalla de Cepeda, también conocida como -“la batalla de los diez minutos”-; invadieron la provincia de Buenos Aires y sitiaron la capital. La paz llegó con la renuncia de José Rondeau y la disolución del Congreso.
Buenos Aires quedó sumida en el mal llamado “período de la anarquía”. El 20 de junio de 1820 -“el día de los tres gobernadores”- Manuel Belgrano murió en la casa en que había nacido. Estaba en la pobreza extrema por haber donado sus pagas como general del Ejército del Norte para la creación de escuelas.
Atendido en sus últimas horas por el médico escocés Joseph Redhead, Belgrano tomó la mano del galeno y puso un reloj dentro de ella, agradeciéndole por sus servicios. Se trataba de un reloj de bolsillo con cadena de oro y esmalte, que el rey Jorge III de Inglaterra le había obsequiado durante su actuación como diplomático de la Revolución.
Después de entregar la tapa de su cómoda para que sea transformada en lápida, Miguel Belgrano comenzó a caminar tras el carruaje que trasportaba los restos de su hermano. Un amigo se sumó al cortejo.
Nadie más los acompañó.
Jorge A. Conalbi Anzorenahttp://www.blogger.com/profile/11218829559731049082noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8737373162364543956.post-1359677191215782202010-05-17T14:49:00.002-03:002010-05-17T14:58:42.692-03:00Una "indignación" que indignaEntre 1976 y 1983 hubo algunos militares que se resistieron –o directamente enfrentaron- a la instauración del Terrorismo de Estado. <br />Uno de los recordados ejemplos es el del ex coronel Juan Jaime Cesio, quien afirmó en plena dictadura que «bandas integradas por militares» habían usurpado el gobierno y cometido «delitos aberrantes, como el secuestro, la tortura y el asesinato de miles de personas». El 7 de noviembre de 1983, un «tribunal de honor» castrense le impuso la «descalificación por falta gravísima» y le quitó grado, título y uniforme. El tribunal le reprochó privilegiar «su condición de ciudadano sobre la de militar».<br />Hubo más voces disonantes en las filas de la Iglesia Católica. Basta con recordar el rol jugado por El obispo de La Rioja, Monseñor Enrique Angelelli, y cientos de religiosos pertenecientes al Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo que fueron perseguidos por la Dictadura. <br />Sin embargo, ni Cesio ni Angelelli pueden tomarse como expresiones institucionales, ni de las Fuerzas Armadas ni de la Iglesia. Son, en todo caso, las excepciones que confirman una negra regla. <br /><br />¿Tiene que ser diferente para la prensa argentina? <br /><br />“...Pero en el mini acto de Plaza de Mayo se escuchó otra cosa más grave, que entra en el ámbito de la mentira y la infamia: la acusación indiscriminada de que los medios y sus principales periodistas apoyaron al último régimen militar y sus métodos de represión ilegal, en los años ´70. Es falso: los principales diarios nacionales y provinciales denunciaron y condenaron al terrorismo de Estado (...) Los medios, en su gran mayoría, jamás apoyaron la tortura, la desaparición de personas o las ejecuciones clandestinas, y siempre reclamaron la vigencia de los derechos constitucionales...” <br />“Un ´juicio´absurdo y agraviante”; <br />Editorial de La Voz del Interior; 4 de mayo de 2010, condenando el Juicio Ético y Político a los periodistas cómplices de la Dictadura, realizado en la Plaza de Mayo el pasado 29 de abril. <br /><br />“Cuando vino al país la primera inspección de la oficina de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos (OEA), se ordenaba en el medio (LV2) debía abstenerse de informar sobre el tema”. <br />Eduardo “Lalo” Freyre<br />(periodista – actual conductor del informativo de Canal 12), en su artículo “Memorandos”, revista Umbrales Nº 16; marzo de 2006<br />“…Previo a 1976 se publicaba una rutina diaria de noticias sobre secuestros, asesinatos o desaparición de personas. Incluso muy a menudo llegaban al diario los familiares a efectuar denuncias, nosotros los escuchábamos y procurábamos darle espacio. Después que tomaron el poder las juntas, nada de todo eso se podía informar y los familiares ya no venían con la aspiración de publicar. Sabían que era imposible”. <br />Luis Reinaudi<br />(periodista y abogado; Trabajó en el Diario Córdoba. Fue detenido en 1978), en su artículo “Acatamos la censura”; revista Umbrales Nº 16; marzo de 2006. <br /><br />“Ningún periodista puede aducir que no conocía las atrocidades que estaba cometiendo el gobierno militar. Lo sabíamos (…) no juzgaría a los trabajadores de prensa como cómplices. La responsabilidad fundamental estuvo en los medios de comunicación y no en las personas que escribían una u otra cosa obligados por un catálogo y una censura difícil de eludir. Deberíamos habernos ido del país para no ser cómplices, porque en definitiva, todos estábamos avalando, con la apología o con nuestro silencio, la dictadura”. <br />Ángel Stival<br />(periodista, columnista de La Voz del Interior) en su artículo “Debimos animarnos a decir cosas”, revista Umbrales Nº 16; marzo de 2006<br /><br />“El éxito obtenido por las fuerzas Armadas en la lucha contra la subversión, la prudencia y discreción con que habitualmente proceden sus miembros en el gobierno, la inclinación de las autoridades por la democracia y la libertad son hechos de pública notoriedad que se traducen en la tranquilidad general y el orden jurídico que prevalece en el país. Los órganos de opinión se expiden con absoluta independencia. Los derechos existen y las garantías constitucionales, subsisten.” <br />La Prensa el 5 de junio de 1982, bajo la dirección de Máximo Gainza Castro<br /><br />Esta editorial fue citada por José Claudio Escribano en 1981, ante la asamblea de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa). Lo hizo para rebatir las denuncias de Risha Timerman, quien había asistido con sus hijos para denunciar el arresto y las torturas a la que era sometido su esposo Jacobo. Escribano, sentado en la primera fila, desmintió a la mujer acusándola de mentirosa ya que –en plena dictadura- en Argentina había libertad de expresión. Fue entonces cuando Risha le dijo: “Nadie te pide tanto”. (*)<br /><br />Escribano ha desarrollado prácticamente toda su carrera periodística en La Nación, diario del cual hoy es accionista. Apenas días atrás, el pasado 5 de mayo, ingresó como miembro a la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. <br /><br />“El general Ramón Camps dedicó su libro donde da su versión del caso Timerman a Gainza Castro, a quien la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo reclama infructuosamente que declare en la causa en la que intenta averiguar el paradero de su nieta Clara Anahí. Chicha Mariani nos contó que descubrió que en la declaración que hizo Camps ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas asegura que el señor Gainza Castro estuvo presente en el operativo donde fue secuestrada su nieta. Hasta que el señor Gainza Castro no aclare esta versión quedará pendiente una pregunta siniestra ¿qué hacía el director de un diario en un operativo donde se secuestró un bebe?” (**)<br />En un informe dado a conocer por la Sociedad Interamericana de Prensa en 1978, Ignacio Lozano, por entonces propietario del diario La Opinión de Los Ángeles y Edward Seaton, propietario y editor del diario Mercury de Kansas, retrataron a los editores argentinos de la siguiente manera: “La mayoría de los diarios ignora la mayoría de los secuestros. Por ejemplo, pocos quisieron cubrir la desaparición de diez dirigentes de las llamadas Madres Locas que se reúnen los jueves frente a la sede presidencial (...). Otros editores y directores dijeron que no le dan espacio a la violencia porque están de acuerdo con la campaña del gobierno en contra del terrorismo y que van a cooperar”. <br />Según interpretó este informe en 1978 el motivo de esta actitud es el siguiente: “Se benefician de tal comportamiento al asociarse con el Estado para la producción de papel”. <br /><br />Fue Rodolfo Walsh el creador de la Agencia Clandestina de Noticias (Ancla), cuyos despachos informando sobre los secuestros y asesinatos cometidos por el régimen del terror llegaban a todas las redacciones. Pero, como Cesio a las Fuerzas Armadas y Angelelli a la Iglesia, ni a Walsh ni a los 112 periodistas desaparecidos durante los años de la barbarie entronizada, se los puede tomar como la expresión mayoritaria de la prensa argentina. Sin embargo, existe una poco sutil diferencia. Aunque se las pudiera considerar tibias o limitadas, tanto las Fuerzas Armadas como la Iglesia hicieron públicas autocríticas de su pasado reciente. <br />La prensa, así, en grande, la del solemne tono de las editoriales de las corporaciones… ni siquiera amagó nunca a revisar su papel. <br />Encima, otra editorial para la historia denuncia a la mentira y la infamia. <br />Lo hace mintiendo sin descaro. <br /><br /><br />(*) (**) De Claudia Acuña (periodista de reconocida trayectoria en diversos medios e integrante de la Cooperativa La Vaca), testigo en el Juicio Público organizado por Madres de Plaza de Mayo, juicio ético que indigna al diario cordobésJorge A. Conalbi Anzorenahttp://www.blogger.com/profile/11218829559731049082noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8737373162364543956.post-17610180168362887732009-11-02T20:38:00.001-03:002021-09-01T11:08:03.433-03:00Decíamos ayer<p class="MsoNormal" style="font-family:trebuchet ms;"><span style="font-family:trebuchet ms;">Se tramita en los Tribunales Federales de Córdoba el 2º Juicio a Luciano Benjamín Menéndez, el más terrorífico de los símbolos de la Dictadura Militar en el centro y norte de Argentina. El “Caso Albareda” –como se lo conoce- vuelve a servirle de tribuna al genocida que desde hace más de un año purga una condena de prisión perpetua en la cordobesa cárcel de Bouwer.<?xml:namespace prefix = o /><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family:trebuchet ms;"><span style="font-family:trebuchet ms;">En 2008, escondida entre los titulares que daban cuenta del levantamiento sojero contra la resolución 125, la dimensión histórica del primer juicio al represor quedó en un segundo plano. Y este año… el cumplimiento efectivo de su prisión vuelve a minimizar la presencia del caso en los medios.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family:trebuchet ms;"><span style="font-family:trebuchet ms;">No es la única razón. El contexto también es diferente: aunque el gobierno nacional haya recuperado iniciativa política, aún sangran las heridas de la derrota electoral de junio. Y sobre ellas intenta anidar el discurso más reaccionario de los sectores opositores a la política de derechos humanos iniciada en 2003.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family:trebuchet ms;"><span style="font-family:trebuchet ms;">Probablemente a ello se deba que para este segundo juicio, Menéndez designara abogado defensor, estrategia a la que no había apelado hace un año. El otrora Jefe del Tercer Cuerpo de Ejército cree haber encontrado la oportunidad de utilizar los micrófonos judiciales para debilitar al gobierno nacional en el terreno que menos cuestionamientos recibe.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family:trebuchet ms;"><span style="font-family:trebuchet ms;">¿Una estrategia aislada?<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family:trebuchet ms;"><span style="font-family:trebuchet ms;">“Cachorro”, como se conoce en Córdoba al ex general, no sólo dirá que estos jueces no tienen competencia para juzgarlo, sino que reivindicará la represión ilegal y adjudicará –como ya lo insinuó- la injerencia del poder político en los juicios por violaciones a los derechos humanos. Y volverá a poner el acento en la “victoria” obtenida en la “guerra antisubversiva”.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family:trebuchet ms;"><o:p><span style="font-family:trebuchet ms;"></span></o:p></p><p class="MsoNormal" style="font-family:trebuchet ms;"><span style="font-family:trebuchet ms;">Decíamos ayer<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family:trebuchet ms;"><span style="font-family:trebuchet ms;">Ante el actual cuadro de situación, resulta casi una confesión de parte una entrevista publicada por el diario Córdoba el 27 de marzo de 1991, días después de cumplido el 15º aniversario del golpe de 1976. Claro, eran otros los tiempos políticos: el neoliberalismo comenzaba a generar el hiperdesempleo, el país perdía una a una las riquezas acumuladas en décadas y el gobierno propiciaba las “relaciones carnales” con los Estados Unidos. El represor recibió al periodista en su casa de Bº Palermo, gozando de la libertad que le otorgaba el reciente indulto presidencial firmado por Carlos Menem. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family:trebuchet ms;"><span style="font-family:trebuchet ms;">En esa nota –en la que se autodefine como “un demócrata”- Menéndez se convierte en un militar de la dictadura que echa por tierra el argumento preferido de los dictadores: “La guerra contra la subversión comenzó en febrero de 1975, y yo le podría decir que por lo menos en mi jurisdicción –que comprendía las 10 provincias del norte- la subversión estaba militarmente derrotada antes del 24 de marzo de 1976”, reconoció el represor que por entonces se aprestaba a volver a los palcos oficiales y –como lo admitió en la misma entrevista- estudiaba la posibilidad de dedicarse a la política, tal como exitosamente lo hizo su subordinado Domingo Bussi en Tucumán.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="font-family:trebuchet ms;"><span style="font-family:trebuchet ms;">Por supuesto, no faltaban elogios para el gobierno de Menem: “Está siguiendo el camino que corresponde, fundamentalmente en el tema económico”, analizaba por entonces.<o:p></o:p></span></p><p style="FONT-FAMILY: trebuchet ms" class="MsoNormal"><span style="font-family:trebuchet ms;">Y si faltaba una frutilla para el postre, en esa doble página que el diario dirigido por Samuel "<em>Chiche</em>" <em>Gelblung le ofrecía, el “demócrata” explicaba que la dictadura </em>“había subido para corregir los males de la democracia (…) El Proceso ocurrió porque la democracia estaba en crisis, el partido que estaba gobernando no podía gobernar y la oposición no tenía soluciones. El objetivo del Proceso era allanar el camino a una democracia estable”, dijo sin más.<o:p></o:p></span></p><p style="FONT-FAMILY: trebuchet ms" class="MsoNormal"><span style="font-family:trebuchet ms;">Si no fuera por la similitud con las que se escuchan por estos días, y por la tragedia hondureña, estas declaraciones de hace 18 años provocarían una lógica hilaridad. Espanta escuchar hoy esas brabuconadas de ayer, y más espanta que una parte de la sociedad esté dispuesta a repetirlas.<o:p></o:p></span></p><p style="FONT-FAMILY: trebuchet ms" class="MsoNormal"><o:p></o:p></p><p style="FONT-FAMILY: trebuchet ms" class="MsoNormal"><o:p></o:p></p><p style="FONT-FAMILY: trebuchet ms" class="MsoNormal"><o:p></o:p></p><p style="FONT-FAMILY: trebuchet ms" class="MsoNormal"><span style="font-size:100%;"><span style="font-size:18;"><o:p></o:p></span></span></p>Jorge A. Conalbi Anzorenahttp://www.blogger.com/profile/11218829559731049082noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8737373162364543956.post-92146926653325313672009-07-01T21:21:00.001-03:002009-07-01T21:23:45.678-03:00Paranoidemia: El Miedo Debe Continuar<p class="MsoNormal" align="right" style="text-align:right"><span class="apple-style-span"><span style="font-size: 10pt; ">“Al que vive temiendo nunca le tendré por libre”</span></span><span style="font-size: 10pt; "><br /><span class="apple-style-span"><i><b><span class="Apple-style-span" style="font-size: x-small;">Horacio</span></b><span class="Apple-style-span" style="font-size: x-small;"> / Siglo 1 antes de Cristo</span></i></span></span></p> <p class="MsoNormal"><o:p> Algo pasó.</o:p></p> <p class="MsoNormal">De pronto… todo cambió.</p> <p class="MsoNormal">La Brigada de Investigaciones Sanitarias está tras la pista firme de una persona que –según confirmaron testigos oculares y fuentes incuestionables- ayer estornudó.</p> <p class="MsoNormal">Se supo, además, que un peligroso sujeto fue detenido, tras haberse comprobado que violó la prohibición de dar la mano al saludar. Una jovencita –también de acuerdo a versiones oficiales- habría besado a su madre durante la mañana, y estaría a punto de ser detenida.</p> <p class="MsoNormal">La Comisión de Vecinos Autoconvocados Contra Los Infectados recibió ayer sus flamantes uniformes, guates de látex, barbijos y lazos, <span style="mso-spacerun:yes"> </span>por lo que se estima que en las próximas horas se iniciará la caza de sospechosos.</p> <p class="MsoNormal">El Ministerio del Temor brindó un nuevo número para que la ciudadanía reclame atención personalizada: el 0800 – 47473 (GRIPE)</p>Jorge A. Conalbi Anzorenahttp://www.blogger.com/profile/11218829559731049082noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8737373162364543956.post-1959335264515953162009-06-29T22:42:00.005-03:002009-06-29T23:00:29.644-03:00El pato Donald mira la TV<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiw-mnRSWBYLxl0doGlGlKYYv1aqQgyf1Ke5q4JDw6jT13pfXv8de3dQ63jgiKyzS_QXmePr6nPYUEbC86QdnJDSRpnQVZ6oEtUHSSHIYAx1oArNc47veiwhwaXJYoCMcECw1p1pBHObY70/s1600-h/Honduras04.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 200px; height: 147px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiw-mnRSWBYLxl0doGlGlKYYv1aqQgyf1Ke5q4JDw6jT13pfXv8de3dQ63jgiKyzS_QXmePr6nPYUEbC86QdnJDSRpnQVZ6oEtUHSSHIYAx1oArNc47veiwhwaXJYoCMcECw1p1pBHObY70/s200/Honduras04.jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5352934465741193906" /></a><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhf5UiUwDBa2HOcXq28Vzdgk2jJWbujUTyXtbVocjRS6oquqjlK_et2SOhTqByZrjgkWPcM9sSqWTL_qJo8gu4ZzCOcUvI83vnNWaSDHMhlcmZnVaK2rcp1LUFBTf3EEIBZTkWCNJOuz5KW/s1600-h/Honduras04.jpg"></a><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwM176GfgxxZUyCC3OYBPrpK3LLsvZyvgDJwaEk9ZdcQwSLJfFzHMFA6D5yjh0Gh9YwNX7sVxvUqurr-u5sqrYca5PFM4ul4mJymBBqWj_k6BNiPAPb4l-wYktCR0RPoqylnkjKIWq1ER5/s1600-h/Honduras04.jpg"></a>Hoy hay hondureños que desafían el ojo del fusil...<div><br /></div><div>Acaban de robarles su voluntad<div><br /></div><div>y los países de la región que juraron no permitir que nunca más sean arriadas las banderas de la democracia, aún están discutiendo si hacen o siguen dejando hacer.</div><div><br /></div><div>Las maquinarias de engañar le dicen "crisis política" a un Golpe de Estado, trasmiten dibujos animados e "informan" que es invierno aquí, y verano allá.</div><div>No están listas las tropas que -por razón de ser de la OEA- deberían reponer al Presidente Manuel Zelaya en el cargo que los hondureños le dieron.</div><div>Probablemente ya hubieran actuado en un país cualquiera, si en vez de militares asociados al poder económico, otro presidente cualquiera fuera echado a patadas por su pueblo hambreado.</div><div><br /></div></div>Jorge A. Conalbi Anzorenahttp://www.blogger.com/profile/11218829559731049082noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8737373162364543956.post-42670973659728899362009-05-26T15:04:00.002-03:002009-05-26T15:05:44.347-03:00Sentido<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBUj7hFBQfcIdLLLZC-4_P0PCMFKuQ8qfzHLPmP7kPXoo_CWe3btVqqLezwm55Xi65gJ6ODFH-3FCcdgM3e1fA5Ai9CSjs3AirTkQ97z-gkBX5m57Gy9QQH24K1OfHREnDuk-goFel3PTi/s1600-h/202275+(1).jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 266px; height: 200px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBUj7hFBQfcIdLLLZC-4_P0PCMFKuQ8qfzHLPmP7kPXoo_CWe3btVqqLezwm55Xi65gJ6ODFH-3FCcdgM3e1fA5Ai9CSjs3AirTkQ97z-gkBX5m57Gy9QQH24K1OfHREnDuk-goFel3PTi/s320/202275+(1).jpg" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5340195380260739842" /></a><br /><p class="MsoNormal">Con <st1:personname productid="la Tierra" st="on">la Tierra</st1:personname> como un firmamento flotante, un hombre colgado de la nada ajustó los tornillos del telescopio espacial Hubble, esa suerte de ojo en el espacio con el que la humanidad puede acercarse un poquito a la inmensidad inexplorada.</p> <p class="MsoNormal">Si se invirtiera su sentido, el Hubble podría captar con nitidez el rostro de ese niño que morirá sin haber probado nunca el agua potable. <span style="mso-spacerun:yes"> </span></p>Jorge A. Conalbi Anzorenahttp://www.blogger.com/profile/11218829559731049082noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8737373162364543956.post-19001636976201016102009-05-24T18:58:00.000-03:002009-05-24T18:59:20.039-03:00Los que matamos a Mateo<span class="Apple-style-span" style="font-family: Verdana; font-size: 11px; "><div>Por Jorge Conalbi</div><div><br /></div>La del 15 de agosto de 2008 fue la última siesta en la canchita de Banfield para Mateo Joaquín López, el chico que falleció aplastado por el camión municipal que regaba ese campo de juego.<br />Antes de que llegue la hora de los especialistas... <br />Antes de que los ocho años de un niño sean subidos a la balanza que cotizará en pesos una vida que no fue... <br />Antes que desde un rincón u otro se abra el fuego graneado de los argumentos... <br /><br />...Quizá sea preciso levantar la vista buscando el espejo de esta sociedad cocinada a fuego lento en la cacerola del individualismo. <br /><br />Un documento periodístico excepcional será izado hasta la cúspide del mástil de la Justicia, como irrebatible prueba de fatalidad, aunque su existencia constituya en sí misma una tragedia anunciada que alimenta el añejo debate de la prensa sobre retratar o intervenir. <br /><br />Cuántos otros Mateo López –radiantes de inocencia y osadía- jugaron en el mismo lugar, a subir y bajar del vehículo que suele regar la canchita. Cuántas veces el chofer de cada jornada se cansó de insistir en que no lo hicieran, desafiado ojos vivaces y burlas infantiles. <br /><br />¿Cuántos vecinos fueron mudos testigos de la inconciencia de los hijos de los otros? <br /><br />Uno optó por retratar. El otro no fue capaz de plantar su tarea en medio del campo de juego y exigir que estuviesen dadas las necesarias condiciones de seguridad. Los demás no abandonaron sus veredas para poner a salvo a los chiquilines del barrio. <br /><br />El drama abrió la puerta de la ira: Los mismos que no se atrevieron a evitar que Mateo López jugara a las escondidas con la muerte en el estribo del camión... avivaron con culpa e impotencia ese coraje con que apedrearon el regador de un chofer desesperado. <br /><br />Acaso... <br /><br />...¿podía ser de otra manera? <br /><br />Casi no quedan rastros de aquella sociedad que se prestaba la taza de azúcar y ayudaba a empujar el auto atacado por la helada de una mañana cualquiera. <br />Una sociedad que primero fue aterrorizada a sangre y fuego por la Dictadura del “no te metas”. Luego, desmovilizada por el posibilismo alfonsinista que sembró desencantos. Y después -en medio de la precarización menemista- víctima de aquel paralizante pánico a la desocupación. <br />Así, Terrorismo de Estado, traición, hiperinflación e hiperdesempleo, la desintegraron para parir una jungla de individuos asustados. <br /><br />Cómo pretender ahora, entonces, que un trabajador desafíe a un Estado que persigue profesionales cuando se siente afectado por simples opiniones.<br /><br />Cómo pretender ahora, entonces, que muchos vecinos actúen como padres de los otros, si se les enseñó a temerle al compromiso con los pares. <br /><br />Muchas veces, desde el fondo del dolor brotan la arena y el cemento necesarios para reedificar desde las ruinas que dejó el temporal. <br />Quizá muy pronto, en Villa Oviedo, un calor grupal renazca alrededor de un hogar devastado. <br />Quizá... sólo quizá, sea posible esquivar más tragedias evitables para empezar a deshelar los témpanos del individualismo y encender el fuego colectivo. </span>Jorge A. Conalbi Anzorenahttp://www.blogger.com/profile/11218829559731049082noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-8737373162364543956.post-89101431941279069162008-06-08T21:38:00.002-03:002008-06-08T21:47:32.935-03:00Hay otroPor Susana Salas y Jorge Conalbi<br /><br /><strong><em>Alta Gracia; 16 de abril de 2005</em><br /></strong>La imposición del nombre “Hermanos D´Ambra” a la calle en la que crecieron los dos únicos detenidos desaparecidos de Alta Gracia, convocó a dirigentes provinciales de los organismos defensores de los derechos humanos. Fue el Viceintendente Hugo Pesci el encargado de hablar en nombre del Estado Municipal, en lo que significaba el primer acto institucional<br />específicamente dedicado a víctimas de la Dictadura del ´76: “De nada valen los homenajes si nos alejamos de las utopías por las que ellos lucharon. Por eso, no venimos a recordarlos sino a reforzar su presencia”, dijo ante el casi centenar y medio de personas.<br />El sol de otoño entibiaba un mediodía radiante, pero la temperatura alcanzaba picos extremos en cada abrazo, la humedad se espesaba en lágrimas que araban mejillas cincuentonas en una ceremonia donde la emoción era la invitada de honor. “Emi” y “Charo”, militantes de la organización Familiares, y padres de Carlos Alberto y Alicia Raquel D´Ambra, se convirtieron en el epicentro del que brotaba un generalizado sentimiento de justicia. “¡Al fin!”, se repetían unos a otros en cada saludo, en cada apretón de manos. No era para menos, el matrimonio D´Ambra empezaba a dejar atrás los dolorosos años en que sus vecinos se cruzaban de vereda para no saludarlos, y la ciudad que vio crecer a sus hijos ingresaba al reducidísimo grupo que imponía nombres de desaparecidos a alguna de sus arterias.<br />Para el movimiento de Derechos Humanos no sólo se trataba de un acto justiciero. También era otra pequeña victoria.<br />Cuando las distancias entre unos y otros se agrandaron, una persona se acercó al periodista, miró hacia ambos lados y se decidió a susurrarle al oído:<br />- <em>Hay otro desaparecido en Alta Gracia.<br /></em>- <em>¿Cómo?</em> - preguntó el hombre de prensa sorprendido por la revelación.<br />- <em>Lo que pasa es que la madre quedó en medio de una depresión terrible, estaba destruida, no tuvo fuerzas, no se acercó a los organismos.</em><br />- <em>¿Y como se llamaba?<br /></em>- <em>Pavón… Se llamaba Hugo Pavón.</em><br /><br /><em><strong>29 años antes<br /></strong></em>El 30 de abril de 1976, de Oeste a Este y de Este a Oeste, la Avenida del Libertador era una larga ceremonia gris. Una larga y anchísima ceremonia de asfalto. Las vecinas de una y otra mano se saludaban mientras barrían sus veredas. Desde cada ventana se veía nítidamente el estampado de la cortina de la ventana del frente. Desde cada tapia las otras tapias. Desde cada jardín las macetas del otro. Las risas de los chicos cruzaban la avenida. Los murmullos la cruzaban. Los perfumes.<br />Era 30 de abril. Un viernes por la tarde. Otoño. Uno de esos otoños pueblerinos que invitaban a comerse una mandarina bajo los últimos rayos del sol. No había mucho tránsito. El feriado del 1º de mayo ya se olía en el aire. Pero el aire azul se espesó de pronto. La sombra oscura de un presagio sobrevoló la cuadra. Calculó el blanco desde los cuatro puntos cardinales. Se preparó. Tomó envión. Y se lanzó con precisión milimétrica sobre el caserío.<br />Tardaron casi lo que un trueno en recorrer una tormenta. Eran treinta o cuarenta. Se descolgaron de los camiones. Gritaron. Se treparon a los tejados y a las azoteas. Gritaron. Saltaron por los muros. Corrieron. Apuntaron. Cercaron la casa, los baldíos y las súplicas. Gritaron. Y entraron al 1769 de la Avenida del Libertador:<br /><em> “¡Hijo de puta!”,</em> vociferaron. Y lo sacaron a los empujones. Lo lanzaron contra una de las paredes laterales, muy cerca de la salida. El rostro aplastado contra los ladrillos. El terror serpenteándole en la sangre.<em> “¡Se llevan a mi hijo, se llevan a mi hijo!”<br /></em>…Hasta los murmullos cruzaban la avenida en esa época.<br />Uno lo sujetaba por las piernas.<br />Otro por los brazos.<br />Otro por el pelo.<br />Todos, por el alma.<br />Era flaquito, tenía el pelo largo, una mirada soñadora, varias esperanzas en la agenda, y cortos 20 años.<br />Lo sorprendieron armando unas artesanías en un departamentito que la familia tenía en el fondo de la vivienda. Estaba con una pareja de brasileños, artesanos también.<br />Entraron. Revolvieron todo. Revisaron todo. Desparramaron trapos, insultos y papeles. Descerrajaron su furia bestial contra los armarios, los cajones y las preguntas de la madre. Se robaron lo que pudieron. Dicen que hasta una batería nueva de cocina se llevaron.<br /><em>“¡Se lo quieren llevar al Huguito, se quieren llevar a mi hijo!”</em> clamó la mujer corriendo hacia la casa de una vecina.<br />El eco se encargaría de hacer lo suyo con el llanto desesperado de una madre.<br />Algunos vecinos se asomaron para ver aquello que callarían por más de tres décadas.<br />Algunos miraron por entre las cortinas.<br />Otros cerraron sus puertas.<br />Otros sus ventanas.<br />Otros sus ojos.<br />Todos, sus bocas.<br />Esa tarde fueron muchos los que vieron y callaron.<br />Los que vieron y olvidaron.<br />La dictadura lo arrancó de los abrazos.<br />El silencio lo exilió de todas las esquinas.<br /><br /><strong><em>Hacer aparecer al desaparecido</em></strong><br />El dato saltó desde el acto de imposición de nombre a la calle hasta la redacción del diario del pueblo. Tanto Carlos como Alicia D´Ambra habían sido capturados fuera de la ciudad en la que habían vivido. Pero sus nombres retumbaron en el reclamo.<br />Sobre el único secuestrado de su propio domicilio en Alta Gracia, no había nada.<br />Al principio parecía imposible dar con mínimos datos sobre el desaparecido olvidado.<br />Los primeros meses de búsqueda resultaron en vano. Quizá porque se apeló a quienes podían haber militado en alguna de las organizaciones revolucionarias de los años ´70. Dadas las características organizativas de esas formaciones, un nombre no decía mucho.<br />Preguntas sin respuestas.<br />Preguntas.<br />No había nada detrás de ese nombre de dieciséis letras. Era pronunciarlo y escuchar luego el sonido del silencio.<br />Hasta que en Julio de 2007 alguien se atrevió a hablar. Y apareció la punta del ovillo. Un testimonio indirecto, plagado de imprecisiones. Pero un comienzo. Suficiente para empezar a transformar el rumor en historia, la negación en reivindicación.<br />Todavía el nombre de Hugo Pavón se susurra, no se dice, no se grita.<br />La punta del ovillo y siete testimonios sirvieron para ir tejiendo la trama de la historia: un joven había sido secuestrado de su casa a plena luz del día en un operativo indisimulado, signado por la espectacularidad. De las fuentes directas, cuatro pidieron reserva de su identidad, era la condición para brindar datos. Una de ellas, adujo ocupar actualmente un cargo en el gobierno de la Provincia de Córdoba. Los recuerdos de Carlos Pfister ayudaron para conocer la personalidad de un muchacho que <em>“era como un Che chiquito, siempre criticando todo”.</em> Los hermanos Vicente y Raúl Cerezo, testigos de la detención, aportaron lo que ocurría el último día en que vieron al <em>“ese chico medio hippie, con quien charlábamos por las tardes en la vereda” </em><br />Hugo Alberto Pavón y fragmentos de su historia comenzaron a reaparecer.<br />Había vivido los primeros años de su infancia en Buenos Aires. Allí hizo la primaria hasta que la familia regresó a las sierras cordobesas. Un adolescente con padres grandes. Sin hermanos, y muy pocos parientes. Una novia en otro punto cardinal. Los relatos coinciden al bosquejar a ese chico que vendía artesanías en la calle, usaba anteojitos <em>“a lo John Lennon”, “le gustaba dibujar”</em> y <em>“escuchaba música progresiva”</em>. Su presunta militancia aún está en el terreno de los interrogantes pendientes. El muchacho tenía un sistema de relaciones en el lugar en que vivía.<br />¿Cómo fueron posibles 31 años de silencio?<br /><br /><strong><em>Buscar consuelo<br /></em></strong>En 1956 Marengo Anolino Pavón y Amelia Viviana Quiroga tenían 45 y 43 años. Acababan de perder a su primogénito, quien -antes de morir víctima de una enfermedad degenerativa- les sugirió que no se quedaran solos, que adoptaran otro niño. Inscribieron como propio a un bebé de tres meses al que llamaron Hugo Alberto.<br />Cuando, dos décadas después, el Ejército pateó las puertas de su casa, Doña Amelia llevaba un año de viuda. En vano trató de evitar, como pudo, que le arrebataran el único amor que le quedaba.<br />Hugo se transformó en su tercera pérdida.<br /><em>“Está en la D2, vaya a buscarlo ahí”,</em> le dijeron. Y la misma noche del secuestro, la mujer fue por su hijo hasta el siniestro lugar. No lo vio, pero repitió el viaje al otro día, y al otro y al otro. <em>“Dice que le traiga pañuelos y comida”,</em> le decían los guardias. Y ella regresaba con una bolsita pequeña y una ilusión inconmensurable.<br />Al quinto le dijeron que ya no volviera.<br />Ese mismo año les escribió a Luciano Benjamín Menéndez y a Jorge Rafael Videla. Una vecina la acompañó hasta el Arzobispado. Quería hablar con Raúl Francisco Primatesta o entregarle una carta.<br />Recién muchos años después llenó una ficha de denuncia de la organización Familiares de Detenidos Desaparecidos por Razones Políticas.<br />Casi sola en el mundo, Doña Amelia resistió el asedio de algunos familiares que la impulsaban a iniciar los trámites para cobrar la indemnización por la desaparición de su hijo. Finalmente cedió a ese reclamo. La decisión equivalía a dar por muerto al hijo que seguía esperando. Tenía más de 90 años.<br />Murió poco tiempo después.<br />Una familia conservadora en una sociedad ultra conservadora y una mujer perseguida por las desgracias, fueron el cemento, la piedra y la arena que –casi como una condición necesaria- sirvieron para edificar un muro de silencio. Muy cerca, otra familia logró transformar el desgarro en bandera y la lucha incansable en motor de vida.<br /><em>“Nosotros siempre dijimos que nuestros hijos eran los únicos desaparecidos de Alta Gracia, porque realmente nunca supimos de otros casos”,</em> relató Emi D´Ambra. La dirigente de Derechos Humanos reconoció haber escuchado el rumor sobre el secuestro de Hugo Pavón, <em>“y hasta una vez fuimos con Charo a la dirección que nos dijeron, nos presentamos y dijimos que teníamos entendido que en esa familia había un desaparecido, pero la persona que nos atendió nos dijo que no era así, que estábamos equivocados, que la gente hablaba por hablar”.<br /></em>Ambas madres buscaron a su modo a sus hijos desaparecidos.<br />A una no le alcanzó para reivindicarlo.<br /><br />Quedan silencios por romper. Piezas que no encuentran su compañera.<br />Fue hace 32 años y a la vista de todo el mundo. De un zarpazo, la dictadura arrastró a Hugo Pavón y lo borró del barrio y de la ciudad donde había vivido.<br />Durante más de tres décadas, la misma ciudad dobló su nombre en dos, en cuatro, en ocho... y lo arrojó bien al fondo del baúl de la desmemoria.<br />Donde no hiciera ningún ruido.<br />Un 10 de diciembre de 1990, en el Día de los Derechos Humanos, cuando en Argentina ya habían pasado siete años y un presidente desde la recuperación de la institucionalidad, la “Mesa de Juventudes Políticas”, colocó en el Monumento a la Libertad los nombres de Carlos y Alicia D´Ambra. Era el primer homenaje a los desaparecidos de Alta Gracia. No hubo nadie que reclamara un lugarcito para Pavón.<br />En julio de 2007, un informe periodístico intentó poner blanco sobre negro y le gritó a toda la población que había otro desaparecido. “Es éste” parecía exclamar la foto de la portada.<br />En marzo de 2008, un grupo de jóvenes recogió el guante y presentó al Concejo Deliberante de la ciudad del nomeacuerdo, un proyecto para la creación de un Anfiteatro de la Memoria. Pidieron también que una de las gradas llevara el nombre y el apellido del “olvidado”.<br />Que sí. Que no. Algunos vecinos se quejaron. Los concejales discutieron. Se miraron. Evaluaron. Patearon el tema para más adelante.<br />Y no se dijo más nada.<br />Tampoco nadie les volvió a preguntar nada.<br />Aún amordazado. Cercado. Sepultado. Desaparecido una, dos y tres veces, el nombre de Hugo Alberto Pavón hoy, es apenas un inquilino de dieciséis letras en el listado más oprobioso y desgarrador de la historia de los argentinos.Jorge A. Conalbi Anzorenahttp://www.blogger.com/profile/11218829559731049082noreply@blogger.com